Un primer elemento que ayuda a desentrañar
la lógica institucional de los partidos políticos es indudablemente,
las características socio-económicas de la
sociedad en el que se insertan, ya que aunque una de sus funciones más importantes
es buscar la representatividad, en la práctica este objetivo se complementa con
la búsqueda de capitalizar la preferencia del electorado con miras al control
del Gobierno. En ese sentido, una presuposición inicial es que los partidos van a maximizar las estrategias que les
permitan acaparar el mayor número de votos con el mínimo costo y
esfuerzo, especialmente si el sistema electoral no contempla un financiamiento
público acorde con el cada vez más oneroso costo de las campañas
electorales. Por ello, un primer mapa pretende mostrar lo que se podría
llamar el clivaje socioeconómico que diferencian
las regiones prósperas y mejor comunicadas,
de las áreas geográficamente más inaccesibles y usualmente más pobres,
ya que estos aspectos deberían de explicar en parte, el despliegue
organizacional de los partidos políticos. Como se puede comprobar, las regiones indígenas (mostradas en el mapa con la sigla
y representadas por el tamaño de los círculos)
coinciden en gran medida con las áreas menos desarrolladas de Guatemala
(en color amarillo más intenso), el cual presenta un clivaje
socioeconómico importante para situar la discusión
de la democracia. En el mapa 2, por el contrario, se explora la relación entre
el nivel de empadronamiento y las áreas indígenas, y como podemos visualizar, las
áreas no indígenas (representadas por las variedades del color amarillo, siendo
las regiones menos indígenas las del color más claro) son precisamente las que
mayor peso electoral tienen (representadas por el tamaño del círculo), debido a
la cantidad de electores que representan. Lo que se puede inferir es que las
regiones indígenas tenderían a ser las que menos peso tienen en el padrón
electoral, ya que los principales distritos electorales —básicamente, la
capital—, son de mayoría ladina, lo que en cierta forma señalaría
tentativamente que las regiones indígenas tienen menos oportunidades de ser tomadas
en cuenta en la estrategia de expansión de los partidos políticos. Sin embargo,
una observación de fondo. La alta correlación entre áreas indígenas y niveles
de pobreza hace que por momentos, ambas variables se confundan intermitentemente,
por lo que estas conclusiones también podrían estar basándose en esta estrecha
cercanía, lo cual implicaría que no son necesariamente los indígenas los
excluidos de la estrategia partidaria, sino aquellos que viven en condiciones
de pobreza y en condiciones de difícil accesibilidad. De todas formas, es
evidente que se necesita mayor información para desentrañar la estructura de
derechos del voto en Guatemala, para dilucidar la hipótesis de una inclusión
inequitativa de los indígenas y/o habitantes del área rural en los
procesos electorales.
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