LA RELACIÓN CHILE - PERÚ
Cabría observar ciertas
coincidencias entre la situación actual y el dinámico aspecto que
llegaron a tener las relaciones peruano-chilenas en ciertas etapas
específicas, sobre todo en el tiempo que precedió a la infausta
Guerra del Pacífico (1879-1883).
En la época del
Virreinato, de las luchas por la Independencia, y de las repúblicas
nacientes, las economías peruana y chilena fueron complementarias en
muchos sentidos. Trigo chileno y azúcar peruana fueron
intercambiados durante siglos. Pocos saben que –exactamente al
revés de lo que ocurre en nuestros días- la economía peruana de la
segunda mitad del siglo XIX, dinamizada por el guano, fue un
auténtico imán para miles de obreros chilenos que, entre otras
cosas, dieron un aporte esencial a la construcción de los
ferrocarriles peruanos, en un tiempo histórico anterior al enganche
de los campesinos de la Sierra. Entonces, pese a la ausencia de una
frontera común, casi no había familia de las clases altas del Perú
y de Chile que no exhibiera algún vínculo familiar, amical,
intelectual o de negocios, respectivamente, en Santiago y en Lima.
Muchos peruanos ilustres, como Ramón Castilla, Manuel González
Prada, Nicolás de Piérola, Manuel Pardo y Alfonso Ugarte vivieron
en Chile y lo conocieron de cerca. Lo mismo le ocurrió, en sentido
inverso, a personalidades chilenas como Francisco Bilbao o Benjamín
Vicuña Mackenna, que tanta acogida tuvieron en el Perú. Chile fue
siempre tierra generosa para los exiliados políticos peruanos, como
el Perú lo había sido en su tiempo con Bernardo O´Higgins. No sólo
se trataba de la existencia de fuertes vínculos individuales. Para
usar el lenguaje del historiador Braudel, la relación también se
enraizaba, como se ha visto, en lo que podríamos llamar un plano
estructural y de larga duración. El éxito relativo que tuvieron las
relaciones peruano-chilenas antes de la Guerra del Pacífico tuvo que
ver, precisamente, con esta afortunada coincidencia entre actitudes y
acciones constructivas, muchas veces a nivel personal, y el peso de
una realidad concreta propicia para el intercambio y una sana
interdependencia.
La Guerra del Pacífico: INICIOS
Fue un conflicto bélico,
desarrollado entre 1879 y 1884, que involucró a tres países
latinoamericanos: Chile, Perú y Bolivia. Se trató de un conflicto
limítrofe, pero no por la demarcación territorial en sí misma,
sino porque involucraba zonas ricas en guano y salitre, por eso la
mayoría de los autores es coincidente en denominarla “Guerra del
Salitre”.
No debe confundirse esta
guerra del Pacífico, con la que ocurrió en los albores de la
segunda Guerra Mundial (1937-1945) en la que participaron, Japón por
un lado y por el otro, Estados Unidos, Gran Bretaña y China, entre
otros países.
CAUSAS
Bolivia había ocupado la
región más importante del desierto de Atacama, situado al sur de su
territorio y al norte de Chile, en la región de Antofagasta. Esta
zona es muy rica en cobre, hierro y por sus salares, producto de las
aguas de lluvia que disuelven la sal del suelo. Al evaporarse el
agua, queda la sal allí acumulada.
Sin embargo, esa región
rica en minerales, era explotada por los chilenos. Allí
establecieron la Compañía de Salitre de Antofagasta, que desde el 1
de mayo de 1872, inició transacciones comerciales de exportación de
salitre con destino a Europa.
En tanto, Perú también
contaba con una región rica en salitre ubicada en Tarapacá, donde
el gobierno peruano, en 1875, había realizado la expropiación de
las salitreras, de capitales chilenos, a cambio de un pago con
certificados. Seguramente la decisión se había tomado bajo la
influencia de un inglés, Robert Harvey, a quien luego se le asoció
un compatriota, John Thomas North. Ambos influenciaban en los dos
países, Chile y Perú para crear rivalidades, a fin de extraer
provecho personal. Estos británicos fueron los principales
compradores de los certificados, gracias a préstamos que les
otorgaron los Bancos de Chile.
EL ENFRENTAMIENTO NAVAL
Enfrentamiento naval La
región de Antofagasta fue invadida por fuerzas chilenas, por orden
del presidente Pinto, el 14 de febrero de 1879, respondiendo Bolivia,
con una declaración de guerra, a la que se sumó Perú apoyando a
Bolivia, país al que estaba unido por un acuerdo de defensa común,
tras intentar vanamente un arbitraje. El 5 de abril, Chile le declaró
la guerra a Perú.
El primer choque de
fuerzas se produjo el 23 de marzo, en la batalla de Calama o de
Topáter, donde murieron siete chilenos y veinte bolivianos.
Los barcos de la marina
peruana eran famosos por su contundencia, entre los que se destacaban
las fragatas Huascar y la Independencia, pero los chilenos, no lo
eran menos. Ellos se jactaban también de su fuerza naval,
representada particularmente por los acorazados Blanco Encalada y el
Almirante Cochrane, con los cuales bloqueó Iquique, ciudad puerto
que había pertenecido al virreynato del Perú, lugar también muy
rico en salitre. La finalidad era impedir a los peruanos el
abastecimiento de sus embarcaciones.
Al mismo tiempo, se
producía otro enfrentamiento entre dos colosos: la fragata peruana
Independencia, al mando de Juan Guillermo More y la corbeta chilena
Covadonga, a cargo de Carlos Condell, pusieron en juego sus
capacidades, imponiéndose el Perú, a pesar de perder su fragata
predilecta (la Independencia).
LOS ENFRENTAMIENTOS EN
TIERRA
Los chilenos habían
demostrado en el mar ser los triunfadores, y esto les permitió estar
mejor posicionados, también en tierra.
La primera batalla se
libró en Piragua, el 2 de noviembre de 1879, que terminó con el
triunfo chileno y la ocupación de esa ciudad peruana. El motivo de
la elección de este lugar era impedir la comunicación entre las
fuerzas peruano-bolivianas que se hallaban al norte y al sur de esa
localidad.
El 27 de noviembre de
1879, los peruanos lograron vencer a sus rivales.
Batalla de TacnaEl 26 de
mayo de 1880, se produjo la batalla de Tacna, donde nuevamente los
chilenos se impusieron a las fuerzas conjuntas peruano-bolivianas,
produciéndose el retiro de Bolivia del conflicto, y el bloqueo del
puerto de Arica.
La última batalla tuvo
lugar en Arica, el 7 de junio de 1880, la que les permitió a los
chilenos avanzar sobre Lima.
Para mediar en el
conflicto, y con la ayuda Argentina, Perú trató de lograr que
Brasil realizara dicha gestión, pero obtuvo una rotunda negativa,
que sólo sirvió para precipitar los acontecimientos.
EL TRATADO DE ANCÓN Y LA
PAZ ENTRE CHILE Y PERÚ
Se firmó la paz en
Ancón, entre Chile y Perú, a pesar de que Bolivia había solicitado
a Perú que no hiciera la paz por separado, el 20 de octubre de ese
año, y se instituyó como nuevo presidente peruano al general Miguel
Iglesias.
Por dicho tratado, Perú
perdió definitivamente el departamento de Tarapacá, mientras que la
administración chilena se impondría por diez años en las
provincias de Tacna y Arica. Transcurrido ese lapso de tiempo, la
soberanía sobre dichos territorios sería decidida mediante consulta
popular.
Pasaron más de los diez
años estipulados y nada se había resuelto, ni ningún plebiscito se
había convocado. En 1929, con mediación de Estados Unidos, se
suscribió el Tratado de Lima, por la cual Tacna pasó a manos
peruanas y Arica a las chilenas.
Dicen
algunos historiadores que, en lo peor de la Campaña de la Sierra de
la Guerra del Pacífico, específicamente en 1883, muchos soldados
chilenos comenzaron a peruanizarse y a desertar, como consecuencia
del alargamiento de la ocupación del Perú, lo que no dejó de ser
en su momento un grave –y paradójico- problema para la dirigencia
invasora, interesada en apurar el final de un conflicto que comenzaba
a costar demasiado al erario chileno. Varios de estos desertores se
plegaron al ejército peruano y pelearon con el general Andrés A.
Cáceres en la batalla de Huamachuco y en otros encuentros y
escaramuzas. A final del conflicto, encariñados con el país,
considerable número de soldados chilenos decidieron no tomar el
barco de retorno y permanecer en el Perú, donde fundaron familias.
Independientemente de la curiosidad del dato histórico en sí, ello
viene a propósito de la afinidad que puede llegar a existir entre
nuestros pueblos, incluso en medio de circunstancias tan terribles.
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